La teoría de la evolución de Charles Darwin se aplica hoy a las empresas con algunos cambios. Las únicas que sobrevivirán en el tiempo, no son las más fuertes, sino las más inteligentes, aquellas que entiendan que la clave de su supervivencia está en el desarrollo de una cultura de prevención para evitar que su operación completa caiga ante una pandemia como el coronavirus u otras situaciones que podrían venir después.
Prevenir no es tener una caja de geles antibacteriales para entregar cuando ocurra algo similar, sino desarrollar protocolos, hacer exámenes preventivos, cuidar -constantemente- la salud de los colaboradores, incluso mapear sus hábitos, para predecir la siniestralidad de la organización.
El COVID-19, también conocido como coronavirus, llegó a cambiar la realidad de la sociedad y de las empresas. Es imposible que las organizaciones vuelvan al lugar de antes, en el que la prevención era un gasto y no una inversión. Justamente esta nota es sobre la importancia de invertir en salud ocupacional en tiempos (y después) de coronavirus.
Si algo deja de lección esta pandemia es que las empresas no tienen protocolos para atender esta situación, y con toda razón, ya que parece sacado de un guión de apocalipsis zombie. Sin embargo, el aprendizaje es apoyarse de la experiencia de la salud ocupacional e implementar protocolos para atender a quienes contraen el virus y minimizar el contagio del resto. Además aplicar procesos de prevención en todos los ámbitos.
Las medidas preventivas de la salud ocupacional reducen los índices de siniestralidad laboral, lo que evita alteraciones en la producción o procesos, y con ellos los costos administrativos y legales.
El COVID-19 afecta a todo el mundo, pero quienes son más vulnerables para recuperarse son aquellos que tengan bajas las defensas del sistema inmunológico, ya que es una infección respiratoria que afecta los pulmones. Cuando los colaboradores tienen mejor sistema inmunológico, tendrán más probabilidades de enfrentar ésta y otras enfermedades.
Además de subir las defensas, este ejercicio de prevención ayudará a las empresas a mapear la salud de sus empleados para entender y proyectar siniestralidad y ausentismo, y definir políticas de mejora.
El COVID-19 es de esos virus que sobrevive por días en diferentes superficies, y cuando un colaborador toca ese material y luego se lleva las manos al rostro, podría contagiarse ya que esta enfermedad entra por ojos, nariz o boca. El coronavirus sobrevive en las siguientes superficies:
La desinfección total de superficies es clave para evitar el contagio a los colaboradores. La seguridad ocupacional tiene procesos para que esta acción de prevención sea óptima, en jornada no laboral y con productos que aseguran una desinfección que dura días.
El coronavirus no es el único virus que ha existido, pero sí es el que escaló más rápido a nivel global, ya que hasta el 27 de marzo del 2020, contaba con más de 574.971 casos confirmados en más de 197 países. La prevención no es por si llega otra pandemia, sino para enfrentar con mayor inteligencia organizacional estas situaciones y cuidar mejor a los colaboradores. La seguridad ocupacional no es un gasto sino una inversión.